Hice una cita con Benedetti. ¿El lugar? Un cuadro de Hopper. Me hacía falta verle, tomarle la mano, dejar que me cuidara. Cuando habla parece que esconde entre sus frases historias jamás contadas. Pero lo que más me gusta es cuando ríe.
Hubo un momento en que solo escuchábamos nuestro pasos, acompañados únicamente del un deleitoso silencio. Entre la oscuridad de los pasillos no existía el miedo. Y mientras la rubia dormitaba, Benedetti me aconsejó no perder nunca la veta en mi ojo izquierdo, y el consejo de un poeta más vale tomarlo en cuenta.
Hubo un momento en que solo escuchábamos nuestro pasos, acompañados únicamente del un deleitoso silencio. Entre la oscuridad de los pasillos no existía el miedo. Y mientras la rubia dormitaba, Benedetti me aconsejó no perder nunca la veta en mi ojo izquierdo, y el consejo de un poeta más vale tomarlo en cuenta.