"Afortunados los somnolientos,
pues no tardaran en dormirse."
-Friedrich Nietzsche
Único Acto
-Siempre el amor, siempre el error. Siempre pensando ingenuamente que hay una respuesta sencilla para cada problema- pensaba mientras marcaba uno por uno el precio de los productos.
-Con el tiempo vas aprendiendo a leer las caras- pensaba mientras cobraba dos litros de leche, una caja de macarrones y una barra de pan.
-La gente que se ve más feliz jamás compra las marcas genéricas- pensaba mientras otro cliente le pagaba en efectivo sin mirarle a los ojos.
Ahora, en todo el supermercado sonaba la música de Frank Sinatra, y por algún extraño fenómeno sonoro el pasillo tres siempre retumbaba cuando ponían a Sinatra. Su caja registradora estaba enfrente del pasillo tres.
-Otra vez la voz de un muerto- pensaba mientras no había clientes por atender - no es extraño que muchos digan que ven fantasmas. Los muertos están en todos lados, en las películas, en los libros, en la música, en la suela de nuestros zapatos. No hay momento del día en el que no los invoquemos y caminemos sobre sus cenizas.
Otro cliente más, solo genéricos, pero en medio de todos esos paquetes de colores opacos aparece un pequeño cactus en una maceta roja. Sin rebaja. El hombre le paga con un par de billetes y la mira directo a los ojos. Ella le ayuda a meter todo en tres bolsas de plástico y al alejarse, él hace un leve movimiento de mano en señal de despedida.
Deja la caja registradora -era un bello par de ojos azules - murmura para sí, mientras arrastra sus zapatos por todo el pasillo -era un bello par de ojos azules - murmura para sí, hasta que se topa con su supervisora para decirle -He visto al fantasma de Sinatra -
-Bueno- le dice su supervisora -puedes tomarte el día-
-Siempre el amor, siempre el error. Siempre pensando ingenuamente que hay una respuesta sencilla para cada problema- pensaba mientras marcaba uno por uno el precio de los productos.
-Con el tiempo vas aprendiendo a leer las caras- pensaba mientras cobraba dos litros de leche, una caja de macarrones y una barra de pan.
-La gente que se ve más feliz jamás compra las marcas genéricas- pensaba mientras otro cliente le pagaba en efectivo sin mirarle a los ojos.
Ahora, en todo el supermercado sonaba la música de Frank Sinatra, y por algún extraño fenómeno sonoro el pasillo tres siempre retumbaba cuando ponían a Sinatra. Su caja registradora estaba enfrente del pasillo tres.
-Otra vez la voz de un muerto- pensaba mientras no había clientes por atender - no es extraño que muchos digan que ven fantasmas. Los muertos están en todos lados, en las películas, en los libros, en la música, en la suela de nuestros zapatos. No hay momento del día en el que no los invoquemos y caminemos sobre sus cenizas.
Otro cliente más, solo genéricos, pero en medio de todos esos paquetes de colores opacos aparece un pequeño cactus en una maceta roja. Sin rebaja. El hombre le paga con un par de billetes y la mira directo a los ojos. Ella le ayuda a meter todo en tres bolsas de plástico y al alejarse, él hace un leve movimiento de mano en señal de despedida.
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1 comentario:
Hola
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Cristina
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