Salí de la regadera corriendo en busca de una toalla, mientras que los poros de mi piel, en su propio asunto, saltaban sometidos por el frío; y la toalla estaba perdida, en la lejanía de una gaveta.
Era el primera atardecer del año, así que pensé en ir comer al café Hera y de paso disculparme con el pequeño Sawyer (así llamaré al mesero de ahora en adelante) por no salir del café hasta la 1:00 am de hoy, orillada por la necesidad de fastidiarlo. Al no tener problemas con el orgullo, pedir disculpas es una buena excusa para socializar; además al despertar, pensé que cualquier cosa problemática con la que mi mente se hubiese entretenido los pasados doce meses, hoy estaba anulada. Soy una mujer nueva.
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