El sonido y la luz del café Hera, era propicio para que cualquier persona carente de compañía se sintiera en complicidad con otros solitarios.
Las mesas eran tan pequeñas que parecían hechas para escupir a cualquiera que intentara ser el segundo en la mesa. Sin embargo ahí estaba, la siempre leal barra, que solía tener un código de conducta: Si el café posaba del lado izquierdo del individuo, éste confirmaba su falta de interés por socializar, pero si el café se colocaba del lado derecho se entendía que la persona estaba pasando por una buena racha y hablar no le parecía tan malo.
Yo estaba en la barra , con el café en el lado izquierdo, no porque intentara evitar la conversación, sino porque era zurda.
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