La vida no es un problema para ser resuelto, es un misterio para ser vivido.
Anónimo
El prólogo de Max
Una vez hablando con Sofi, compañera de Max durante lo que podría llamarse "un profano invierno en New York", le pregunté porque había terminado con Max a lo que ella respondió sin chistar:
-Le dije que ya no lo amaba, pero era mentira- comentó mientras intentaba prender un cigarrillo -lo cierto es que no podía pasar una noche más con él. No, no es lo que estas pensando era ¡faaabuloooso! en la cama, pero al caer dormido comenzaban los murmullos- Sofi fijó sus ojos azules en la nada y esa mujer rubia, de 1.80, con esa elegancia como adherida a la piel, de repente me pareció desarmada.
-¿Murmullos?- le pregunte evidentemente intrigada.
-Murmuraba como si estuviera poseido, su respiración se agitaba y saltaba debido a desquiciantes espasmos. Pasé las peores noches de mi vida. Y aunque nunca he sido una mujer religiosa, tanto le amaba que fui hasta una iglesia solo para conseguir un poco de agua bendita y así echársela en los pies, pero nada pasó... bueno, un resfriado tal vez.
Al terminar su historia Sofi se levanto con la excusa de prepararme otro old fashion, pero al volver, como arrepentida de contarme la verdad de los hechos me pidió no comentarle nada a Max -Prefiero que piense que no le amo, eso casi siempre hace que los hombres me compren algo lindo.
Dos noches después aun pensaba en Max, pero sobre todo en lo que Max desconocía de su propia vida. Y aunque siendo sinceros todos estamos metidos en el mismo barco, surcando en nuestra ignorancia, sentí la inquietud de escuchar más, y fue con ese simple pretexto que comencé a redactar esta biografía.